
“La innovación social va a cambiar nuestra forma de entender lo económico y lo social”
El experto español Javier Ramos Díaz, graduado en Ciencia Política y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, Doctor Member en el Centro de Estudios Avanzados Ciencias Sociales y Master en Ciencias Sociales, compartió su visión y experiencia en el marco del seminario Innovación Social y TIC organizado por la Cámara de la Economía Digital del Uruguay (CEDU) y la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República (Udelar). ¿Cuál es el objetivo final de los emprendimientos que se especializan en innovación social?Conseguir dos cosas principalmente: mejorar la eficiencia de la propia acción social e involucrar al mayor número de personas posible en el proceso, hacer las cosas más eficientes y democráticas, porque pensamos que ambos conceptos se retroalimentan. ¿Está cambiando la definición de lo social?Hasta ahora era un poco pasiva. Se trataba de ayudar a la gente con problemas de integración, económicos, de vejez, etc. Ahora lo social es mucho más amplio, no es solamente esa visión pasiva de personas que donan y reciben, se trata de mezclarlo todo e integrar a las personas de forma económica y social en los proyectos. Esto rompe la lógica con la que nos hemos movido en el ámbito social y económico. La innovación social es innovación porque rompe todos los procesos previos con los que el Estado y el mercado se relacionaban para generar impacto social. ¿Cuál sería entonces el nuevo rol del Estado, el mercado y las personas en estos casos?Lo más inteligente sería que el Estado aprovechase lo que ya está para apoyar económica, social y políticamente. Lo interesante sería que el mercado se hiciese eco de estas iniciativas porque tienen como objetivo central mejorar con la innovación, y las personas deberían empezar a asumir que no pueden tener un rol pasivo en estos momentos. Cada uno en el ámbito que considere oportuno debe tener un rol más activo. ¿Cuándo nace el concepto de innovación social?La primera vez que se lanza un documento en el que se anima a explorar las potencialidades de la innovación social es en 2013, en la Comisión Europea. Claro que la acción social data de tiempos casi prehistóricos. ¿Ya se puede medir el impacto de estas actividades?Es muy pronto aún. Todos estamos mapeando para ver dónde y cómo actúan las iniciativas de acción social, porque hay algunos grupos que hacen innovación social y no lo saben y al revés, hay colectivos que dicen que hacen innovación social y no lo hacen, porque siguen un poco presos de modelos anteriores. En Uruguay y en toda Latinoamérica las dificultades en esta área son de acceso al financiamiento, pero fundamentalmente de sostenibilidad en el largo plazo, porque se apoya a sectores que no tienen necesidades básicas cubiertas como vivienda, alimentación, etc. ¿Cómo debería trabajarse para superar esto?Es cierto que falta a nivel analítico hacer un seguimiento de los proyectos que se financian. No tengo evidencia empírica, pero en los proyectos que conozco y de los que participo, el factor de compromiso personal de alguna forma impulsa la sostenibilidad. No puedo afirmar categóricamente si la sostenibilidad es mayor que la de cualquier otra empresa, pero sospecho que el compromiso previo y la cantidad de gente que se involucra aumentan las garantías. ¿Cuáles serán los puntos clave de aquí al futuro en esta materia?El principal reto es ser capaces de difundir y consolidar este proceso. Hablo de la capacidad que debemos tener para convencer tanto a instituciones públicas como privadas de las potencialidades que aporta este modelo. Hay distintos niveles: involucrar a las personas, a las instituciones y comenzar a redefinir un perfil empresarial dispuesto a interpretar que el objetivo final de su empresa no es uno mismo ni la rentabilidad que ofrece a los accionistas, sino que hay algo más grande detrás, que es involucrar. En el mediano y largo plazo, debemos saber hasta qué punto estas empresas son sostenibles en el tiempo y si son capaces luego de generar recursos suficientes por sí solas para que no sea necesario volver a nuevas fases de financiación. ¿Hay algún área prioritaria que en el futuro vaya a ser la destinataria de esta innovación social?Vivienda, sanidad, cultura, inclusión, alimentación, financiamiento, medioambiente, son áreas que reflejan dónde hemos sido capaces de encontrar iniciativas de innovación social. No quiere decir que no haya otros sectores, pero éstos son amplios y abarcan todos los componentes sociales. ¿Qué impacto prevé que generen estas iniciativas?En el contexto óptimo va a cambiar nuestra forma de entender lo económico y lo social. Por lo tanto, en un futuro creo que esos grandes instrumentos diseñando, evaluando e implementando la acción social, estarán cruzados por un montón de nuevos actores que tendrán que ver con la propia sociedad civil, con los propios emprendedores y además nuevos actores que aún no tenemos en mente pero que surgirán. En esta etapa inicial no somos capaces de prever las potencialidades y tampoco las limitaciones, pero por ejemplo, hemos cometido el error de medir el interés de las personas en función de sus niveles de productividad y hemos dejado apartados a los ancianos, que tienen gran potencial de aprendizaje, experiencia y conocimiento. Es posible que una parte importante de la acción social vaya destinada a estas personas y que ellos mismos se conviertan en innovadores sociales hacia otras áreas.